UNA PAPELERA CON PATINES
Había una vez un colegio muy bonito situado en un verde valle junto a unas montañas en el norte del País Vasco.
Este centro escolar tenía varios patios grandes y unos jardines preciosos con árboles, arbustos y una gran variedad de flores.
El alumnado y todas las demás personas del centro cuidaban cada rincón con esmero y así, durante el curso, disfrutaban observando en cada estación los cambios que les brindaba la propia naturaleza.
En primavera era un espectáculo admirar cómo se vestían los árboles y descubrir, como si de la paleta de un pintor se tratara, la variedad de colores en las flores.
Todos eran ecologistas y hermanos de la naturaleza, como diría San Francisco. Hasta llegaron a plantar hortalizas en un huerto.
Había una vez un colegio muy bonito situado en un verde valle junto a unas montañas en el norte del País Vasco.
Este centro escolar tenía varios patios grandes y unos jardines preciosos con árboles, arbustos y una gran variedad de flores.
El alumnado y todas las demás personas del centro cuidaban cada rincón con esmero y así, durante el curso, disfrutaban observando en cada estación los cambios que les brindaba la propia naturaleza.
En primavera era un espectáculo admirar cómo se vestían los árboles y descubrir, como si de la paleta de un pintor se tratara, la variedad de colores en las flores.
Todos eran ecologistas y hermanos de la naturaleza, como diría San Francisco. Hasta llegaron a plantar hortalizas en un huerto.
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